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El uso de la seda encuentra el mejor ejemplo de su continuidad histórica en la ciudad de València. Dentro de la fiesta fallera, la Ofrenda es el acto más especial y emotivo en el que miles y miles de valencianos acuden, desde todos los puntos de la ciudad, a la Plaza de la Virgen para rendirle homenaje a su patrona, la Virgen de los Desamparados.

Dos días en los que en las calles se dibujan con damascos, brocados, brocateles, sedas y espolines en un claro ejemplo de que la seda valenciana sigue muy viva gracias a la fiesta fallera. Tanto es así, que tal y como asegura Vicente Genovés, presidente del Colegio del Arte Mayor de la Seda: “la Ofrenda del año pasado fue clave para que el Comité Directivo de la UNESCO descubriera la fortaleza y la explosión de seda que existe en la indumentaria valenciana. Se quedaron impactados de ver tantos tejidos llenos de diseño y colorido. La producción artesanal de la seda está muy ligada a la confección de la indumentaria y la seda le aportó un plus, un pulso definitivo a la candidatura de las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”.

El protagonismo de la seda en nuestra indumentaria está intrínsecamente relacionado con la industria sedera desarrollada en el conjunto del entonces Reino de València, pero centrado en la ciudad, y sobre todo en el barrio de Velluters. El poderío que tuvo el vellut en el siglo XV, lo tuvieron en el XVIII los espolines, damascos o brocados con la llegada del telar Jacquard. Espectaculares diseños de gran colorido y complejidad, y unas estrictas normas de calidad, hicieron de estos tejidos algo único. Su fama llegó a conocerse en todo el mundo, y sus diseños todavía perviven gracias a la indumentaria valenciana, razón de ser de la continuidad y existencia de la producción de estas telas. En el siglo XVIII València fue el centro sedero español con más de 3500 telares funcionando en esos momentos y casi la mitad de la población activa trabajando en actividades relacionadas con el sector.

“De todos los tejidos, la máxima expresión la protagoniza el espolín, un tejido exclusivo, único, elaborado de manera artesanal en un telar Jacquard manual. La cantidad de colores y las posibilidades de personalizar cada tejido se dan gracias a la elaboración manual, algo que en un telar mecánico es impensable», indica Vicente Genovés.

València disfruta y se viste estos días con sus mejores galas y muestra el esplendor de su traje regional con la seda presente más que nunca. Una riqueza en los tejidos que nos recuerda la historia y la tradición de los tejedores valencianos que desde el Gremi de Velluters durante más de cinco siglos trabajaron, y siguen haciéndolo, por mantenerla viva.